¿Cómo funciona la Psicología?

Nosce te ipsum, o conócete a ti mismo. Esta es una de las claves fundamentales en la Psicología y una de las aspiraciones más nobles para cualquier persona. Pero para conocerse a uno mismo hay que primero conocer cómo funciona el ser humano en general. Y para saber cómo funciona el ser humano hay que analizarlo de manera holística, es decir, en su conjunto.

Debemos pues advertir que el ser humano cuenta con diferentes dimensiones, de las cuales son clásicamente destacadas desde el ámbito del paradigma cognitivo-conductual e incluso, en parte, biomédico las cuatro siguientes, representadas en el esquema reproducido a continuación:

a) Cognitiva (pensamientos): puede tratarse de imágenes, pero en la mayoría de las ocasiones los pensamientos vienen definidos por el lenguaje. Así, en psicopatología son universalmente conocidas las rumiaciones, que son aquellos pensamientos automáticos y repetitivos que la persona no consigue sacarse de la cabeza.

b) Emocional (sentimientos): muchas veces se dice aquello de “esto que siento es tan intenso que no lo puedo poner por palabras”, y esa puede ser una clave diferenciadora entre los pensamientos y los sentimientos. Tristeza, ira, asco… Todas ellas, entre otras muchas, son emociones con un correlato personal en forma de sentimientos.

c) Fisiológica (corporal): aquí entramos a valorar toda la sintomatología física, siendo especialmente interesante para la Psicología aquella cuyo origen no es puramente físico sino psicógeno (originadas por la psique), fenómeno que toma el nombre de somatización (o incluso, conversión). Las tres grandes subdimensiones comprendidas en esta dimensión fisiológica son el sueño, el apetito y la libido, pero el rango de sintomatología puede ser muy amplio (dolor de cabeza, hormigueo, temblores, molestias gastrointestinales, etc.).

d) Conductual (acciones): clara y concisamente se trata del comportamiento, es decir, lo que se hace pero también lo que no se hace o se deja de hacer.

 

Y no acaba aquí la cuestión, pues todavía queda lo más importante: y es que estas cuatro dimensiones están conectadas entre sí, y no de cualquier manera sino bidireccionalmente. Esto significa que cualquier elemento presente en cualquiera de ellas va a repercutir en el resto provocando cambios y que no termina ahí la cosa, puesto que los efectos retornan a la dimensión original modulados por los cambios producidos en las otras dimensiones, formándose de este modo un círculo o una espiral que puede ser positivo o negativo. Dependerá que sea positivo o negativo de la valencia de los elementos que conscientemente introducimos o que involuntariamente se introducen en cada una de las cuatro dimensiones.

Por ejemplo, aplicado muy someramente a un caso de depresión, la persona tendrá pensamientos negativos sobre sí mismo, el futuro y el mundo en general; emociones como tristeza, anhedonia o apatía; síntomas fisiológicos como dormir mucho o tener poca energía; y conductas muy reducidas hasta el punto de poder en los casos más graves únicamente ir del sofá a la cama y de la cama al sofá. Y todos los síntomas, de todas las dimensiones, influyen sobre el resto retroalimentando el sistema.

Lo fundamental es comprender que cada persona consta de diferentes dimensiones conectadas entre sí, formando un sistema. Y que cualquier cambio producido en cualquiera de estas dimensiones va a afectar a las demás provocando cambios también en ellas. Esas son las reglas que marcan el funcionamiento de toda persona. Y una vez que conocemos estas reglas, es cuando podemos empezar a efectuar cambios desde la Psicología y desde el día a día de nuestra vida diaria.

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